“¿Esto es spam?” es la pregunta que siempre aparece cuando alguien empieza a hacer prospección por email.
Y tiene sentido: a veces se mete en el mismo saco cold email, email marketing y spam. Pero no son lo mismo. De hecho, desde un punto de vista legal y práctico, la diferencia no está solo en cuántos correos envías, sino en cómo y por qué los envías.
En este artículo te explicamos, de forma clara y sin jerga, qué separa un cold email legítimo de algo que puede considerarse spam o una práctica de riesgo. No es asesoramiento legal, pero sí una guía útil para tomar mejores decisiones.
1) Primero: ¿qué es “cold email” y qué es “spam”?
Cold email es enviar un email a alguien con quien no tienes relación previa para iniciar una conversación comercial (normalmente B2B), con un enfoque más parecido a una presentación profesional que a una campaña masiva.
Spam (en la práctica) suele ser envío masivo o indiscriminado, con poco o ningún criterio de relevancia, sin transparencia, sin control de bajas/oposición y, muchas veces, usando datos de origen dudoso.
La clave: no es solo “correo no solicitado”. Es correo no solicitado + mala praxis.
2) Legalidad: no hay una respuesta única, pero sí señales claras
En Europa, el encaje legal del cold email depende del contexto: si es B2B o B2C, qué tipo de datos se usan, cuál es la base jurídica, cómo se informa al destinatario y cómo se gestiona su derecho a oponerse.
Por eso, desconfía de dos frases típicas:
- “Es legal porque es B2B” → No siempre.
- “Es ilegal si no hay consentimiento” → Depende del caso.
Lo sensato es entender qué prácticas te acercan a un enfoque defendible y cuáles te ponen en la zona roja.
3) Las 7 diferencias que separan un cold email profesional del spam
1) Relevancia: ¿tiene sentido que le escribas a esa persona?
Un cold email “bien hecho” se apoya en la relevancia: le escribes a alguien porque encaja con tu propuesta, no porque “tiene un email”.
- Bien: contacto por rol/sector/encaje real con tu servicio.
- Riesgo: listas enormes y genéricas sin segmentación.
2) Finalidad clara: ¿para qué tratas sus datos?
En protección de datos, la finalidad manda. Si tu objetivo es iniciar una conversación comercial B2B, dilo y actúa en consecuencia.
- Bien: una propuesta concreta y honesta.
- Riesgo: textos ambiguos, “te escribo porque sí”, o finalidades ocultas.
3) Origen del dato: ¿de dónde sale ese email?
Que un dato sea accesible públicamente no lo convierte en “gratis legalmente”. Lo importante es si el origen es legítimo y si el uso es razonable.
- Bien: datos de contacto profesionales publicados por el propio negocio o en contextos profesionales.
- Riesgo: bases compradas, datos filtrados o listados sin trazabilidad.
4) Transparencia: ¿el destinatario entiende quién eres y por qué escribes?
Un email profesional no juega al escondite.
- Bien: te identificas, explicas el motivo del contacto y facilitas una forma de oponerse.
- Riesgo: remitentes opacos, mensajes engañosos o sin explicación del motivo.
5) Control y límites: ¿estás enviando “con cabeza” o “a lo bestia”?
La forma de envío importa. Enviar miles de correos sin control eleva el riesgo (legal, reputacional y de entregabilidad).
- Bien: volúmenes razonables, pruebas, segmentación y mejora progresiva.
- Riesgo: automatización agresiva sin filtros ni revisión.
6) Derecho de oposición: ¿qué pasa si te dicen “no”?
Este punto es crítico. Si alguien no quiere que le contactes, debes poder parar y respetarlo.
- Bien: una vía clara para dejar de recibir emails y procesos para aplicarlo.
- Riesgo: ignorar la oposición, insistir o “cambiar de cuenta” para seguir.
7) Mensaje y tono: ¿parece una conversación o una trampa?
El spam suele sonar a “plantilla de venta”. El cold email legítimo suena a persona y a contexto.
- Bien: breve, específico, sin exageraciones, con opción real de no continuar.
- Riesgo: claims agresivos, urgencias falsas, manipulación o engaño.
4) El test rápido: 5 preguntas que te dirán si vas bien
Antes de lanzar una campaña, pregúntate:
- 1) ¿Mi email aporta valor o es puro “spray and pray”?
- 2) ¿Puedo justificar por qué esa persona es un contacto relevante?
- 3) ¿Tengo claro de dónde sale el dato y por qué lo uso?
- 4) ¿El destinatario entendería el motivo sin sentirse vigilado?
- 5) ¿Si me piden no escribir más, puedo cumplirlo de forma inmediata?
Si dudas en varias, no es el fin del mundo, pero sí una señal: toca ajustar el enfoque.
5) Conclusión: el spam es una práctica, no una herramienta
El cold email puede ser una estrategia legítima si se hace con criterios de relevancia, transparencia, proporcionalidad y respeto al derecho de oposición.
El spam, en cambio, suele aparecer cuando el objetivo es “enviar mucho” sin control, sin contexto y sin respeto por la persona que recibe el mensaje.
Este artículo es informativo y no constituye asesoramiento legal personalizado. Si tu caso es complejo (volúmenes grandes, tratamientos sensibles, perfilado, múltiples fuentes, etc.), es recomendable consultar con un profesional de protección de datos.
Bonus: si haces cold email, hazlo con procesos (no con suerte)
Más allá de la legalidad, un enfoque responsable también mejora resultados: menos quejas, mejor entregabilidad y conversaciones más reales.
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